El lenguaje nos ha precedido, y con ello el mundo de injurias. La injuria tiene la capacidad de moldear la subjetividad del sujeto injuriado y, al mismo tiempo, de producir personas adaptadas a las reglas y a las jerarquías socialmente instituidas (si no quiero recibir el azote de la injuria, tendré que adaptarme al discurso hegemónico que protege).
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