Corría el año de 1619. Su majestad el rey don Felipe III volvía de un viaje a Portugal. Fue allí solamente en esta ocasión pues era entonces parte del Imperio español por herencia de su padre Felipe II, al morir sin descendencia el rey portugués don Sebastián. Volvía la comitiva del reino vecino por Guadalupe y se detuvo en Talavera. En la cena que le sirvieron al rey en nuestra ciudad, no sabemos si donde se alojó o de las provisiones servidas por sus propios criados, degustó su católica majestad “unas empanadas frías”.
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