Hay una clase de arrieros apenas conocidos por los viajeros europeos: los maragatos, cuyo centro se halla en San Román, cerca de Astorga. Al igual que los judíos y los gitanos, viven sólo entre su propia gente, conservando sus costumbres y vestidos primigenios, sin contraer matrimonio jamás fuera de su tribu. Tan errantes y nómadas como los beduinos, sus mulas sustituyen a los camellos. Su honradez y laboriosidad se han hecho proverbiales. Es una gente sosegada, grave, inexpresiva, práctica e industriosa. (...) (Richard Ford, 1830)
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