Los humanos y los roedores presentan estructuras cerebrales similares que regulan la empatía, lo que sugiere que el comportamiento está profundamente arraigado en la evolución de los mamíferos. Ratas y humanos comparten la misma parte del cerebro que regula la aversión a hacer daño, la corteza del cíngulo anterior. Los roedores ayudan a sus compañeros en peligro y recuerdan a las ratas que las han ayudado y les devuelven el favor.
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