Si alguien habla de "toballa" en lugar de "toalla", o de "vagamundo" en vez de "vagabundo", no es necesario corregirlo. La Real Academia Española, guardiana por décadas de la pureza del lenguaje, decidió, en las últimas ediciones de su afamado Diccionario, ampliar su alcance y permitir el ingreso de erróneos coloquialismos.
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