Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, la publicidad se había estancado en los valores del patriotismo y la productividad, pero cuando llegó la paz y los soldados volvieron a casa, la publicidad pudo retomar por fin su optimista finalidad comercial. Una clase media que había sobrevivido a una depresión y a una guerra mundial se extendía y crecía tal y como lo hacía el producto interior bruto de una nación que anhelaba una recompensa material, aunque tuviera que pagar por ello. Y la publicidad estaba lista para vendérsela.
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