«Mi profesión era robar y secuestrar. Y era bueno. Probablemente el mejor de Norteamérica entre 1931 y 1936», escribió Karpis en aquel libro de memorias. «En otras circunstancias podría haberme convertido en un gran abogado o en un próspero hombre de negocios o haber asumido cualquier otro puesto que requiriese cerebro, estilo y actitud». Karpis no mentía. Había sido el mejor de Norteamérica entonces. Karpis no fue tan famoso como otros gánsteres porque su vida nunca llegó a los cines.
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