Hubo un momento en el pasado en que la filosofía se cultivaba en alpargatas, en la esquina de cualquier calle o junto a un puesto en el mercado. Incluso dentro de un tonel. Se cuenta que Diógenes exhortaba a sus conciudadanos metido en una barrica. Y la leyenda dice que cuando unos forasteros sorprendieron al misterioso y reflexivo Heráclito calentándose al lado de un horno, el sabio les explicó que en esos menesteres mundanos también anidaban los dioses.
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