El gran problema de la navegación en el siglo XVII era la determinación de la longitud, la posición en un paralelo, en el mar. Este problema se podía solucionar usando relojes. Si un reloj fuese capaz de mantener con precisión la hora de tierra o de una referencia estándar, las mediciones de la hora local por medios astronómicos permitirían por comparación determinar la longitud. A finales del siglo XVII, posiblemente inventado por Robert Hooke, aparecía el escape de áncora, que se convierte en el estándar en los relojes de péndulo.
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