La raíz del problema es la naturaleza cada vez más pasiva del consumo de música. Las personas a menudo le pedirán a Alexa, o a algún otro asistente digital, que busque música de fondo para una tarea específica: estudiar, hacer ejercicio, tareas domésticas, relajarse, etc. O confiarán en una lista de reproducción seleccionada previamente para ese propósito. No prestan mucha atención a los artistas o títulos de las canciones, y esto es lo que crea una oportunidad para el abuso.
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