Charles Dickens tenía un problema más o menos confesable: no entendía a las mujeres. Lo reveló su hija Katey, años después de su muerte, sin ocultar el desdén que llegó a sentir por él. Dickens había tratado con crueldad a la madre de Katey, Catherine. La había repudiado poniendo un anuncio en un periódico. El odio del autor de Oliver Twist y David Copperfield hacia su propia madre, Elizabeth, a quien nunca perdonó por enviarlo a trabajar 10 horas diarias en la fábrica de betún de Warren a los 12 años.
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