Si bien el bautizado como "mejor alcalde de Madrid" —y eso que solo pasaba una media de ocho semanas al año en la capital del reino, pues tenía predilección por los palacios de Aranjuez y La Granja, excelentes cotos de caza— logró morir cuerdo, su primogénito varón no conseguiría esquivar las demencias borbónicas, agravadas tanto en su caso que hasta se le apartó de la sucesión al trono que le hubiera correspondido por derecho natural. Según los testimonios de la época, Felipe Antonio Pascual de Borbón y Sajonia era un "imbécil incurable".
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