Hasta hace dos días estábamos a punto de celebrar la inmortalidad cibernética y ahora estamos sucumbiendo en todo el globo –la más letal de las globalizaciones– por un virus. Nos hemos dado de bruces con la cruda realidad. En expresión orteguiana, el hombre es un ser indigente, vulnerable, menesteroso, y la vida humana es drama, problema, aventura, riesgo constante, radical contingencia e incertidumbre sustancial.
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