La irrupción del hombre blanco a partir de 1788, con su enorme capacidad tecnológica y su mayor población, fue mucho más determinante que la de los aborígenes para los ecosistemas australianos. Se produjeron gran número de extinciones, provocadas por la caza, la introducción de especies alóctonas, la modificación de los usos del suelo y la consiguiente destrucción de hábitats. Este proceso sigue en la actualidad, amenazando la supervivencia de muchas especies, hoy en peligro o en claro retroceso.
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