Toda buena historia debe tener un buen arranque, y la de la pirámide franquista del arquitecto Luis Moya (Madrid, 1904-1990) lo tiene: “Dos personas se encuentran en un momento de caos (diciembre de 1936). Son un escultor y un arquitecto. En febrero de 1937 se agrega un militar. Sienten la necesidad de combatir de un modo espiritual por un orden. También, de disciplinar la mente en un momento tan fácil de perderla. Y además, de hacerse un refugio interior donde pueda sobrevivir el pensamiento por encima del medio (El Madrid rojo)”.
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