idílica localidad alicantina de Jávea. La misma Elena que, diez años atrás, dormía acurrucadita en una nube de sábanas bajo la orgullosa mirada de su madre. La belleza del entorno y la plenitud que le ofrecía la cercanía de su familia favorecieron que, entre 1896 y 1905, Sorolla alumbrase una serie de obras en las que supo captar como nadie la esencia de los momentos felices que se atesoran en unas vacaciones en la costa. De los arcoíris líquidos enriscados en el agua de las calas
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