Pese a lo que suele creerse, la persecución de la homosexualidad en la Europa Moderna no fue una obsesión de la Iglesia Católica en exclusiva, ni de la Inquisición ni de España; ni siquiera sólo del ámbito religioso. Casi todos los países del mundo la penaban y castigaban, a veces mediante tribunales eclesiásticos, en efecto, pero otras veces a través de la justicia ordinaria. Inglaterra no fue una excepción y su Buggery Act constituó la base legal de la persecución a homosexuales durante tres siglos, siendo luego sustituida por otras leyes.
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