Mientras Carlos II vivió en Francia exiliado, antes de ascender en el trono, llevaba consigo una de sus pelucas más especiales. Dicha extensión destacaba porque entre los largos rizos abundaba vello púbico de sus amantes. Tal y como escribe D. Tulla Lightfoot en The Culture and Art of Death in 19th Century America, el inglés envió su preciado objeto al conde de Moray, quien vivía en Escocia, como obsequio por un pasado lleno de fiestas y buen ambiente. Dicho regalo personal terminaría en The Beggar's Benison, un club de caballeros escoceses..
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