Tratar con el dolor y la enfermedad ajena no es sencillo para nadie. El sufrimiento impregna la parte invisible del alma humana, tanto del que lo padece como del que lo acompaña. Las instituciones sanitarias conciben la calidad desde un punto de vista exclusivamente científico-técnico, se centran en proveer medios técnicos, farmacológicos e informáticos. La parte humana se obvia y, pese a estar presente en el discurso oficial, no se cuidan las condiciones laborales ni de protección de sobrecargas de los profesionales.
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