Meses después de que Boabdil se retirara a Las Alpujarras, cayera el Reino Nazarí y se pusiera fin a la Reconquista, el Edicto de Granada decretó la expulsión de los judíos de las coronas de Castilla y Aragón con el pretexto de impedir que la influencia de estos judaizara a los cristianos nuevos. Aquellos que se mantuvieran fieles no podían llevarse ni oro, ni plata, ni caballos. Muchos acudieron al capitán de uno de los barcos que fondeaba en Cádiz, y sus viles acciones comenzaron a ser conocidas como "cabronadas". De ahí el término actual.
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