En la actualidad, hemos asumido que los ambientadores y los perfumes son entidades completamente separadas, pero históricamente, los perfumes se usaron para refrescar los aromas no solo del cuerpo humano, sino también de la ropa de cama, las habitaciones e, incluso, las ofrendas de sacrificio. Etimológicamente, la palabra perfume proviene de la palabra latina 'per fumus' (del humo), lo que significa que los perfumes se usaban originalmente en las salas de sacrificios para ocultar el olor de las ofrendas quemadas.
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