«El Estado no cubre esas cosas y con frecuencia hay ajedrecistas que venden todo lo que tienen para poderse permitir seguir compitiendo. Cuando envejecen y ya no tienen capacidad mental para continuar participando en torneos, regresan a Bulgaria y se encuentran con que no tienen casa, ni coche, ni a nadie, y entonces acaban en los bancos del parque. Es muy triste, pero es la realidad»
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