La cuestión que se plantea es ésta: qué numero exacto de pelos, como mínimo, ha de tener una persona para que no se le considere calvo. ¿Basta con setenta y ocho o necesita ciento catorce? ¿Tal vez hacen falta cuatrocientos sesenta y dos? La pregunta desde luego parece trivial, una tontería, pero, si bien se fija uno, tiene más alcance del que imaginamos porque en el fondo lo que está planteando es la precisión, y hasta la verosimilitud, de las cosas que decimos, de las palabras que empleamos cuando discutimos con...
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