Si tuviésemos la oportunidad de revisar un solo tercio de los fanzines musicales publicados en España desde mediados de los años setenta, tendríamos en nuestras manos la cara B de la historia. Muchos de los protagonistas de este universo paralelo serían grupos cuya existencia fue un destello. Bandas que no dejaron más estela que alguna maqueta y un par de reseñas mecanografiadas por alguien con arrebato pasional y poco interés por la corrección política o los giros lingüísticos propios del periodismo convencional.
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