Imagínate que tu vida dependiera de pasar el día dándote morrazos contra un tronco de madera. Una y otra vez, día tras día, a razón de veintipico veces por segundo en ráfagas de varios segundos, con deceleraciones de hasta 1.500 g. Lo normal es que antes de acabar la jornada acabases más sonado que un viejo boxeador. Y sin embargo, esto es lo que hace el pájaro carpintero para ganarse la vida.
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