Durante una interpretación reciente del “Pezzo capriccioso” de Chaikovski, un puñado de miembros del público se inclinó hacia delante con interés... Aunque eran relativamente novatas en la música clásica, parecían estar en sintonía con los ocho violonchelistas en el escenario, pues levantaban la cabeza bruscamente cuando los lánguidos acordes de la pieza daban paso a ataques rápidos del arco. Al terminar, entre los fervientes aplausos y los gritos de “bravo”, se escuchó un único mugido de agradecimiento.
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