Lola Flores quería que, una vez fallecida, la pusiesen en el teatro Calderón de Madrid para que pasasen “los mariquitas” que la querían mucho y dijesen “¡ay, qué lastima!”. Marujita Díaz, en esa pulsión que tenía por estar en el candelero, se declaró “tortillera” y consumidora de “almejas naturales, pinchitos de tortilla, arroz con conejo”. Rocío Jurado paró en seco el previsible chiste sobre homosexuales y se puso solemne para proclamar en pleno prime time de los 2000: “Yo soy progay”. Desde la Transición, muchas folclóricas han cerrado filas,
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