Todas las noches de los primeros seis meses del año, Aman, que tiene dos hijos, acude a las fiestas de una comunidad Baul de Bangladesh, conocidas por convertirse en un encuentro sexual de intercambio de parejas. Su mujer también, porque la condición principal es ir acompañado. “Es voluntario, nadie está obligado a nada, pero a nuestro entender hacer el amor es una forma de entregarse al otro y encontrar la paz”. Quizá los gritos de placer hayan llegado algún día a oídos de algún integrista que estaba rezando, pienso.
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