Se podría decir que occidente se convirtió en "orgasmocentrista" y problematizó en parte las relaciones sexuales, polarizándolas. El objetivo era llegar a una meta, a un lugar que, más allá de la experiencia y de la fisiología, había sido construido por la cultura, cuando es sabido que la cama debiera ser un espacio libre de metas. El problema es que esa construcción cultural sobre el orgasmo ha seguido un modelo masculino: un clímax con un patrón de ascenso breve y brusco, más uniforme y que suele acompañarse de eyaculación.
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