En 1979 Sadam Hussein, que ya era desde hacía años la persona más influyente del partido gobernante Baaz, alcanzó la presidencia de Irak. Pocos meses después declaró la guerra a Irán, aprovechando que el país se encontraba aislado diplomáticamente por la revolución que había acabado con el régimen del shah y había encumbrado a los ayatolás. Si bien las autoridades iraquíes habían previsto una guerra rápida, el conflicto se estancó y las fuerzas armadas iraquíes fueron puestas a la defensiva durante varias etapas del mismo.
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