En la primavera de 2001, el debate en las noticias de internacional era sobre algo tan viejo como la pena de muerte. En Estados Unidos se iba a ejecutar al terrorista de ultraderecha Timothy McVeigh, autor del atentado de Oklahoma contra un edificio de oficinas de seguridad del Estado, FBI, DEA (Agencia antidroga) y de reclutamiento de las Fuerzas Armadas. Murieron 168 personas, entre ellas 19 niños de la guardería del edificio y tres mujeres embarazadas. Hirió a 700.
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