Desde su posición en tribuna, Naismith recordaba su indulgencia al mal tiempo. Viendo a los muchachos batirse sobre barro, entre aquellos tercos aros de factura alemana de los que pendían malladas redes de cien bucles cercanas al metro supo que el baloncesto, que su invención, había tocado techo.
|
etiquetas: baloncesto , james naismith