Para dar color a las lanas, sedas y otras fibras, normalmente se han utilizado plantas tintóreas de diferentes procedencias. Pero cuando se trataba de conseguir la gama de colores rojos en todas sus variantes, el tinte a utilizar procedía del reino animal: la cochinilla. En el año 1998, en la isla de Fuerteventura, Concha seguía cultivando la cochinilla en las tuneras para venderla después en seco.
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