«Con la desquiciada furia de un perro que ha hincado los dientes en la pierna de un ciervo ya muerto (…) se apoderó de mí una visión: la imagen de un enorme barco de vapor en una montaña. En el barco que, gracias al vapor y por su propia fuerza, remonta serpenteando una pendiente empinada en la jungla, y por encima de una naturaleza que aniquila a los quejumbrosos y a los fuertes con igual ferocidad, suena la voz de Caruso, que acalla todo dolor y todo chillido de los animales de la selva y extingue el canto de los pájaros»
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