La ciencia, la técnica y la industria suscitan, ya desde finales del siglo XVIII, una doble corriente de fascinación y horror. Todos recordamos a Frankenstein, nacido en una época en la que los llamados "resurrectores" roban cadáveres para abastecer los anfiteatros médicos y las mesas de los cirujanos. Pero no se trata solo de Frankenstein, ni tampoco tan solo de horror. Seguir leyendo:
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