Hace años, aprovechando el éxito notable de un espectáculo del cual yo era coautor, me acerqué ingenuamente a las instituciones políticas de Madrid para indagar si existía algo que nos ayudara a intentar expandir ese éxito más allá de nuestras fronteras. Resumiendo mucho: no. Lo que sí había era un presupuesto que permitía a ciertos funcionarios pasarse el día viajando para ver qué espectáculos de otros países iban a traernos aquí. Nuestros gestores político-culturales se avergüenzan del teatro que hacemos. Consideran que no está a la altura.
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