La animación a lo largo de su historia ha cargado con un doble estigma. Es acusada de ser un formato para niños y, por lo tanto, se tilda su contenido de ser poco serio o irrelevante. Una posición un tanto reduccionista como adultocentrista. Es evidente que existe una infinidad de obras animadas destinada a todo tipo de espectadores. El Gigante de Hierro, La Tumba de las Luciérnagas y el Pan de la Guerra son tres películas que exploran los efectos de la guerra en las infancias.
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