En la sociedad romana la tradición había impuesto el modelo de mujer virtuosa, sumisa, dedicada a las labores del hogar y a hilar la lana. Pero no todas las mujeres se dedicaron únicamente a hilar y atender su casa, sino que ejercieron diversas profesiones, llevadas por su situación personal, sus necesidades económicas o, incluso, por su talento o aptitud para realizar ciertas actividades.
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