Hasta la llegada del fotógrafo especializado en retrato policial, Alphonse Bertillon, la fotografía de los delincuentes se asemejaba a la «carta de visita», un pequeño documento parecido a una tarjeta de visita que se hizo célebre a mediados de siglo: los detenidos posan como si fuesen retratos familiares, sin guardar una homogeneidad en el plano o en la postura. Sin embargo, el «bertillonaje», que contaba con la propia silla de Bertillon donde se sentaban los detenidos, cambió el modo de observar a los delincuentes.
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