Hace más de 70 años, alemanes y soviéticos se enfrentaron por la identidad de unos misteriosos restos humanos de más de un milenio de antigüedad. El fósil, encontrado en 1928 en un castillo de Praga, pertenece a un individuo del siglo X, que fue enterrado con honores y con diversos objetos militares diez siglos atrás. El arqueólogo Ivan Borkovsky fue presionado tanto por alemanes como por la URSS para adecuar sus estudios sobre los restos a los postulados ideológicos de ambos regímenes.
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