Suena inabarcable; un muro en el desierto. En escenarios rojos e inhóspitos que parecen trasladados de Marte se levanta una masa de arena y polvo de 2.700 kilómetros que tiene como utilidad separar el reino de Marruecos de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Un muro del que no se habla, que apenas se ve y que muchos saharauis no han visto porque hay tantas minas a su alrededor que visitarlo es un plan peligroso.
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