Las cinco mujeres han acostado a la joven Alima en la tierra pisada y mezclada con boñiga, y la sostienen firmemente: dos de ellas por los pies para que se queden abiertos, y otras dos por las manos; la quinta mujer le da un pedazo de madera entre los dientes, para que el dolor no le haga morderse la lengua. En su vagina le colocan la yema de un huevo, que funcionará como un medio de anestesia. No me extraña el hecho de que eso no disminuye los chillidos de la pobre niña.
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