Tras varias crónicas periodísticas que tachaban la obra de inmoral, el caso llegó a los juzgados: el 21 de agosto de aquel año Baudelaire fue condenado por un delito de ofensa a las buenas costumbres. Baudelaire explora la figura femenina desde unas ópticas que entraban en profundo desacuerdo con los estándares morales del siglo XIX francés: lesbianismo, sadismo, prostitución y erotismo explícito no tenían cabida alguna para los censores católicos de la época.
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