En España seguimos centrando el mensaje alimentario en nutrientes específicos, la publicidad engañosa campa a sus anchas, los profesionales sanitarios siguen desactualizados llenando las consultas y las aulas universitarias de mitos, a la vez que existen conflictos de interés que hacen muy difícil congeniar la salud con el rigor. Ante esto, el consumidor se encuentra solo y desnudo cuando va a enfrentarse a la compra. Las etiquetas pocas veces dicen la verdad que nos interesa, muestran información “cierta”, pero a su manera.
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