El imperio mongol, señor de toda Eurasia en el siglo XIII, verdugo de los más poderosos estados de la época como el Califato Abásida, el Imperio Corasmio o la Dinastía Song, quería extender su hegemonía hasta cualquier punto donde podían llegar sus jinetes, extendiendo así una lucrativa y vasta red comercial de raíces milenarias. Inusitadamente, se encontró una importante resistencia en los confines de sus fronteras orientales. Ante él, una cultura ancestral de cazadores fue capaz de resistirse a su sumisión durante más de 40 años.
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