En 1932 Madrid no había dejado de ser una ciudad de modistillas, y prueba de ello fue el enorme éxito que tuvo el concurso convocado por la revista Estampa con motivo de la popular verbena de la Paloma. Se trataba de confeccionar un vestido elegante cuyo coste no superara las cuatro pesetas. Los premios eran tres: el primero un espléndido mantón de Manila, cuyo coste era de 1.000 pesetas, un segundo de 500 y un tercero de 250 pesetas.
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