El no saber estar solo es uno de los síntomas más desafortunados que el cineasta ruso percibía entre la juventud. La soledad es tal vez el ejercicio más natural a nuestro alcance. Es ahí cuando logramos cultivar algunos de los estados más nutritivos para la mente y el espíritu, cuando experimentamos las más sustanciosas tormentas y la más reconfortante quietud.
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