El joven realizador catalán de 29 años, Dani de la Orden (El pregón, 2016), sirve una comedia veraniega al uso, rítmica y de elegante puesta en escena, sin alharacas ni fuegos artificiales, pero que recuerda que la familia es ese lugar donde uno debe permanecer, como decía el director de cine bonaerense de 65 años, Marcelo Piñeyro, en su Kamchatka (2002).
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