Un mecánico necesitaba un cilindro cuya altura fuera el triple de su diámetro, con la mayor exactitud posible. Quería elegir el mejor entre dos que eran muy parecidos, pero había llegado a un punto en el que su regla graduada no le sacaba de dudas, ya que tenía precisión de cm. Por tanto, recurrió a su amigo el físico, que hendió una muesca en el extremo de cada cilindro. Presionando sobre éstas, hizo girar ambos y el mecánico, sorprendido, vio claramente cuál de ellos era el más proporcionado. Mirándolos rotar, cualquiera lo habría intuido.
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