A la Antártida Oriental se la había estado considerando la última gran capa de hielo de la Tierra a la que el cambio climático todavía no afectaba. Sin embargo, se acumulan los indicios de que incluso allí el calentamiento de la Tierra está pudiendo con el hielo. El examen de unas imágenes por satélite tomadas en enero de 2017 muestra, por ejemplo, que en ese verano austral hubo más de 65.000 lagos de agua fundida dispersos sobre los glaciares, muchos más de los que esperaban encontrar Chris Stokes y sus colaboradores
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